Retales.. pinceladas de mi vida como madre... un compendio, espero que no muy anárquico, de videos, artículos, libros, imagenes, música, viajes, gastronomía, olores, sonidos ... que forman parte de mi identidad y también de la mis hijas.



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miércoles, 19 de junio de 2013

Todos los adolescentes son iguales


 http://www.diariodeibiza.es/pitiuses-balears/2013/06/14/adolescentes-son-iguales/626816.html


Educación. «La adolescencia es como el sarampión: hay que pasarla», explica la pedagoga Belén Alvite a un grupo de madres y un padre del colegio Can Guerxo preocupados por los cambios que están experimentando sus hijos y por lo que les espera, a todos, después del verano: el paso al instituto. Alvite desdramatiza y da pautas para orientar a unos adultos que a menudo han olvidado que ellos también pasaron por lo mismo.
Un adolescente en casa y unos padres y madres desorientados. Un niño que deja de serlo pero que tampoco es mayor, que tan pronto camina tres metros por delante como si no nos conociera de nada como se nos abraza mimoso porque se encuentra mal. Que contesta no, como un resorte, a cada cosa que le decimos. «Todos los adolescentes son iguales», sentencia Belén Alvite, pedagoga y directora del Centro de Estudio y Prevención de Conductas Adictivas (Cepca) del Consell de Eivissa, en una charla sobre la adolescencia y el paso al instituto que imparte en el colegio Can Guerxo. Alvite explica a las dos maestras, las diez madres y el padre de alumnos de 6º que han asistido cómo actúan los adolescentes y cómo hay que tratarles: «La adolescencia es como el sarampión, tenemos que pasarla. Y si no se pasa, malo, porque significa que se sigue siendo niño o adolescente para siempre», aclara la psicóloga a unas madres que de repente se dan cuenta de que sus hijos echan a volar y de que el mundo es muy grande y está lleno de peligros. Y ellas no van a estar ahí para proteger a sus retoños que ya no lo son.
Alvite desdramatiza y propone dos posturas para los padres: vivir y disfrutar de ese periodo de metamorfosis de los niños en adultos, acompañarles en esa etapa trascendental en la vida de cualquier persona, o tener miedo a todo y estar instalado en el enfado permanente. «Es mejor lo primero, porque si no, pierdes la oportunidad de acompañarles en ese proceso vital que es muy bonito. Se les abre un mundo de posibilidades, y ser testigo de esto es una chulada. Es genial verles crecer y pasa muy rápido», aconseja, y explica las características de los adolescentes para que las madres vean que sus reacciones extrañas y repentinas no son nada personal contra ellas, que ellos, simplemente, son así. Ellos y todos, desde el principio de los tiempos: «¿Os acordáis de cuando erais adolescentes?», pregunta cada dos por tres Alvite a las madres, que esbozan una sonrisa.
¿Necesidad de transgresión o ganas de tocar las narices? Esa necesidad de transgresión, de oposición a la autoridad (los padres), «¿son ganas de tocarnos las narices?», pregunta Alvite, que responde de inmediato: «No, ni ellos mismos saben por qué rechazan todo lo que viene de los padres. Tienen que deconstruir el niño que han sido para construir al adulto. Sienten la necesidad de rechazar el mundo adulto porque tienen que construir un mundo propio. Si no pasan esto, nunca se convierten en adultos», aclara.
Sin embargo, lo que han aprendido deja un poso indeleble que se manifiesta en la edad adulta: «Aprenden de las cosas que decís y que hacéis. Cuando reñís a vuestros hijos usáis las mismas expresiones que vuestros padres. Yo a veces pienso ´ups, me he tragado a mi madre´», bromea.
Además, los adolescentes tienen conductas de riesgo porque creen que lo malo solo les puede pasar a los otros, pero Alvite puntualiza que es mejor que se sientan poderosos a que sea al revés, «que les dé el sol y piensen que les va a salir un melanoma».
¿Qué puede hacer la familia con un adolescente en casa? Alvite plantea una base fundamental: fortalecer los factores de protección, «aquello que en la vida nos hace más fuertes», y evitar los factores de riesgo, que son lo que les hace más vulnerables. «Todo lo que no ayuda a los hijos a crecer es un estorbo para la educación», asegura la psicóloga, que insiste: «Nuestro objetivo debe ser que sean completamente autónomos y no nos necesiten para nada, ni siquiera a las madres». Así, hay que dar responsabilidades al niño desde pequeño, en función de su edad, en un proceso paulatino, y no pretender que pase de no hacer ni su cama a que asuma obligaciones importantes de repente. Que se prepare su almuerzo, recoja su habitación, colabore en las tareas de la casa... Además, Alvite explica que de este modo se fortalece su autoestima, entendida como «ser merecedor de afecto y reconocimiento», ya que se les da la posibilidad de demostrar que son capaces de asumir responsabilidades que tienen como efecto causar la alegría de los padres: «Cuando son pequeños hacen cosas para que estemos contentos», señala.
El problema de los trastornos alimenticios. «Cuanto antes nos enteremos, mejor», advierte Alvite, que subraya la importancia de que en la familia haya un ambiente de confianza y comunicación para poder detectar los problemas cuanto antes. Además, es fundamental despertar en los preadolescentes el espíritu crítico, que se pregunten por ejemplo cómo son las modelos y actrices sin maquillaje o sin el retoque milagroso del Photoshop. O si es saludable el aspecto famélico y las cabezas desproporcionadas de muchas modelos.
«Los adolescentes son muy niños, se creen todo lo que aparece en los medios de comunicación o internet», alerta la pedagoga, que aconseja hablar con ellos sobre nutrición y los efectos de la alimentación sobre el cuerpo, y del valor de la salud. Así, contó la anécdota de un chaval que era el único que no fumaba porros de su clase (un módulo de FP) pese a que sus compañeros le presionaban para que lo hiciera. En un taller con ellos, Alvite le pidió que les explicara por qué no quería consumir hachís: «´¿Y eso hay que explicarlo?´, me preguntó extrañado. Dijo: ´por salud. Este es el cuerpo que voy a tener toda la vida y no quiero llegar a viejo podrido, tengo que cuidar mi cuerpo´. Los demás no pudieron objetar nada. Pensé: esto es lo que quiero para mis hijos, que lo tengan así de integrado», relata Alvite.
No obstante, es difícil contrarrestar los mensajes machacones de una sociedad basada en un culto enfermizo a un determinado canon de belleza, admite la pedagoga, que aconseja ponerse cuanto antes en manos de expertos, como los del Cepca, para tratar con la mayor rapidez posible un problema de anorexia o de bulimia. La colaboración entre familia, profesores, médicos y psicólogos es básica para recuperar a los niños o adolescentes.
La juventud siempre ha tenido mala prensa. «Nuestra juventud es maleducada, no hace caso de las autoridades y no tiene el menor respeto por los mayores», dijo Sócrates hace 2.800 años. Alvite recurre a este ejemplo para demostrar que «la adolescencia y la juventud siempre han tenido mala prensa. Tiene que ver con el conflicto generacional: ellos quieren cambiarlo todo y los adultos nos volvemos conservadores».
El instituto no es para tanto. Alvite también desdramatiza el paso al instituto, que despierta los mil temores entre los padres: «Los pequeños allí son invisibles, los mayores ni les ven», asegura, y tranquiliza a las madres preocupadas por que sus hijos vayan a ir al instituto con solo 11 años: los centros tienen ya mucha experiencia y los programas de acogida son una garantía. «Pero ya no controlas sus amistades ni conoces a sus madres...», lamenta una de las asistentes. «Vas a seguir haciendo lo que has hecho en Primaria, creando la posibilidad de conocer a sus amigos. Tu casa se tiene que convertir siempre en un centro de acogida de amigos. Así lo hacía mi madre, y chequeaba a todas mis amigas –responde Alvite–. Ahora vais a empezar a soltar».
Las emociones, eso tan complejo. La adolescencia es un periodo «emocionalmente muy complejo», continúa la pedagoga: «Dejáis de ser la principal fuente de influencia de los hijos y eso asusta. El cambio físico es espectacular, las chicas empiezan a tener la menstruación y los chicos a segregar testosterona, tienen cambios de humor...». Algunos chicos recurren a la violencia física y las chicas a la social, aunque empieza aumentar entre estas también la física, lo que está muy relacionado con la violencia que se ve en los medios de comunicación, en películas y series.
«Tenemos unos cuerpos enormes con mentalidades de niños y ellos mismos no saben cómo quieren que les tratemos», sigue Alvite, mientras las madres asienten.
Los adolescentes cierran la mochila y se van. La pedagoga utiliza la clásica imagen de la mochila: durante la infancia los padres van metiendo en la mochila de los niños las herramientas que van a necesitar, pero cuando son adolescentes, cierran la bolsa y parten. Ya es tarde, no se puede guardar ninguna navaja multiusos más. Solo los amigos pueden seguir introduciendo cosas. «El adolescente ahora cierra puertas y va a proyectar en qué clase de adulto se quiere convertir. ¿No os acordáis? Necesitan tiempo para saber en qué tipo de persona se quieren convertir», agrega Alvite.
«Todas las adolescencias son movidas pero si en la mochila está todo lo que deben llevar, se pasan sin problemas», continúa.
A las madres les aterra que se estrellen. Pero la psicóloga recuerda algo que esta sociedad ha olvidado: se aprende mucho más del error que del éxito, aunque reconoce que es muy duro ver a los hijos equivocarse y no tratar de intervenir. «Damos muchísima importancia al éxito y se nos olvida algo fundamental, y es que se aprende mucho más del error. Es una forma de aprender y hay que transmitírselo a ellos». «Pero ¿y si aunque se equivoquen no aprenden?», pregunta una madre, harta de ver cómo su hijo olvida una y otra vez las faenas que le hacen los demás. «El aprendizaje social es mucho más complicado y lento», responde Alvite, que no obstante valora esa reacción del niño: «Es bueno que se pasen los enfados así. A la gente que se queda enganchada en cualquier fallo de otro le cuesta mucho más vivir».
«La pandilla pasa una factura que no pasa la familia», aclara la psicóloga, que invita a que cada uno rebusque en sus propias experiencias episodios que le han marcado y provoca las risas con una anécdota propia: nunca ha vuelto a bailar con los brazos abiertos desde que siendo muy joven en una discoteca un bocazas le preguntó que cuándo iba a despegar.
«Es muy importante reafirmar su propia identidad. Cuando se miran al espejo ven el reflejo de lo que van a decir los demás de ellos. La resonancia que tiene lo que dicen sus iguales no tiene nada que ver con la que tiene la familia», clarifica Alvite.
También es importante saber decir que no a los niños, y que tengan tolerancia a la frustración: que puedan soportar los miles de noes que van a recibir en su vida.
Más libertad solo si eres más responsable. El mensaje que hay que lanzar a los adolescentes es: «Cuanto más responsable eres, más libertad te doy. Si no eres capaz ni de prepararte el bocadillo para el instituto, ¿de qué libertad estamos hablando?», indica Alvite, que advierte sobre lo perjudicial que es la sobreprotección.
Educar con los criterios propios, no con los del vecino. ¿Quién no ha oído (y utilizado) el socorrido argumento de ´es que los demás lo hacen´ o ´lo tienen´? Pero el consejo de la experta es no plegarse y educar con «criterios propios, no con los de los demás»: Facebook está prohibido para menores de 14 años y What´sUpp para menores de 16 años, y el hecho de que los demás niños los tengan a los 11 no debe guiar nuestra decisión como padres; los menores de 18 años no pueden ingerir alcohol, y no hay más que hablar; la hora de llegada no se tiene por qué prolongar indefinidamente, por muy responsable que sea un hijo, todo tiene un límite...
Alvite advierte sobre el peligro de que los menores tengan móvil con acceso a internet, que les abre las puertas a todo tipo de contenidos inapropiados sin ningún control: violencia, pornografía, modas perniciosas... Cuidado también con internet en el ordenador de casa: mejor que se sitúe en zonas comunes, y mejor que los adultos estén al tanto: «Internet es un reflejo de la humanidad: tiene toda su grandeza, pero también todas sus miserias», puntualiza.
No es fácil ir contracorriente: «A veces te sientes muy sola intentando educar a los hijos en contra de lo que la sociedad propone», admite, y confiesa que su hija lleva dos años dándole la paliza para que le compre un móvil, sin ningún resultado. Considera que no lo necesita y punto. Una madre le pregunta si no pueden tener un móvil y ella responde que es una herramienta que tranquiliza a los padres, pero entre eso y tener uno con acceso a internet va un abismo.
Ojo con el tabaco y alcohol. La pedagoga alerta también sobre las drogas legales, las más extendidas y toleradas: un reciente estudio del Cepca reveló que de cada 100 menores, 18 han bebido con sus padres por primera vez y que de los fumadores diarios de 14 a 17 años, el 87% compran ellos mismos el tabaco. «Si conseguimos prevenir el consumo de tabaco o alcohol podremos prevenir mejor el de otras drogas», indica, y recuerda otro dato que provoca un estremecimiento entre las madres, cuyos niños tienen 11 ó 12 años: la edad media de inicio en el consumo de alcohol en Eivissa es de 13,3 años. Otro argumento contundente para abordar este asunto con los hijos: «El hígado es el último órgano vital que madura. Tu cuerpo no está preparado para beber». Otro: «Dan mucho valor a la libertad, por lo que hay que destacar la importancia de no tener que depender de algo para divertirse».
Atención a los programas que los adolescentes ven en la televisión. Alvite pregunta a las madres si sus hijos siguen, por ejemplo, la serie ´Lo que se avecina´; varias asienten y la psicóloga se lleva las manos a la cabeza: «Todos los perfiles de adultos que salen son patológicos, como el racista machista, que reúne todos los defectos del ser humano; no son modelos de adultos que tengan que ver. No son series para niños», zanja.
«Me podéis llamar para lo que queráis, para preguntarme cualquier duda», acaba la charla Alvite. «¿Sí? ¿De verdad? Uff, no sabes lo que dices», exclama una madre riendo.

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